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Mostrando entradas de diciembre, 2018
¿De verdad podemos hablar de soledad sin conocerla? El afán de estar ahí para todo el mundo, de mantener una buena actitud a las personas, y sin embargo, cada noche cuando te vas a dormir, te das cuenta que no tienes de quien despedirte, no tienes a quien acudir si las cosas están mal, no tienes quien se preocupe por ti, no tienes quien acuda a tu llamada. Simplemente sabes que si desapareciese, no importaría. Ver, que tu única compañía, es la soledad.
Y a ti. Por lo que nunca ha sido. Por lo que nunca será.
Echo de menos salir hacer fotos, el club de lectura, salir a correr, el boxeo, devorarme uno tras otros libros, cómics, discos, películas y series. Echo de menos las charlas hasta las tantas, el compartir opiniones, tener debates, y no siempre estar de acuerdo. Echo de menos tener con alguien una complicidad, que las ganas de verse sean mutuas, no en una sola dirección. Echo de menos el beso después de follar y el mensaje después de quedar. Echo de menos no tener miedo a nada ni a nadie, no tener miedo a perder a alguiem, si no que tengan miedo de perderme a mi. Echo de menos que no me cueste coger el aire con tantas cosas. Y que no me duelas. Podría hacer una lista muy larga de lo que echo de menos. Pero sobre todo: Me echo de menos a mi.
Mi cerebro se está apagando. Poco a poco, va dejando de funcionar. Un secreto que llevas a cuesta. Poco a poco ir fallando. Pierdes el tacto bajo tus pies. Te aleja de lo quieres, sin ni si quiera tú poder hacer nada. Está dejando de funcionar y solo puedo esperar. Oigo ruido blanco.
El aroma del café inunda la habitación. Compite con tu recuerdo y con tu ausencia. Menos amargo que la idea de saber que nunca vas a estar, y que yo estaré siempre. Con más cuerpo ahora mismo que yo, que ha perdido las fuerzas y se debate entre levantarse y salir de la habitación. O quedarse con el café y los recuerdos.
Y es que no me había dado cuenta de que estaba sujetando a la gente para que no se cayesen del acantilado, cuando yo, me estaba ahogando.
Eras luz. Y ahora la ausencia de ella.
Hay gente que hace heridas de esas que no se cierran, de las que no curan. Que aprendes a vivir con ellas, a cuidarlas para que no se hagan más grandes, a echarles alcohol para que no se infecten. A veces, esas heridas te cambian. Son tan grandes en el pecho que forman un vacío que se traga todo. No se si son las heridas, o las personas, o simplemente son agujeros negros.
Quiero dejar de sentir la presión en el pecho, el aire quemando en mis pulmones. Quiero dejar de sentir estos sentimientos y emociones, que son en vano, que no sirven de nada. Yo ya estoy cansada de inventar las cosas. He roto mi promesa, y me estoy rindiendo. Me voy, y no vuelvo.