El aroma del café inunda la habitación.
Compite con tu recuerdo y con tu ausencia.
Menos amargo que la idea de saber que nunca vas a estar, y que yo estaré siempre.
Con más cuerpo ahora mismo que yo, que ha perdido las fuerzas y se debate entre levantarse y salir de la habitación.
O quedarse con el café y los recuerdos.

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