El aroma del café inunda la habitación.
Compite con tu recuerdo y con tu ausencia.
Menos amargo que la idea de saber que nunca vas a estar, y que yo estaré siempre.
Con más cuerpo ahora mismo que yo, que ha perdido las fuerzas y se debate entre levantarse y salir de la habitación.
O quedarse con el café y los recuerdos.
Son los versos robados, los que queman cada noche. Las palabras que tapan con su velo los puñales. La poesía dedicada a las cosas que nunca tendremos. Alimentando nuestra propia tristeza y miedo. Y dime niña, ¿qué es aquello que tanto anhelas, si nunca has tenido? Y dile niña, ¿con qué sueñas cada noche sabiendo que no ya lo habías perdido? La voz resuena en tu cabeza, ríndete, dice profunda. Ríndete y deja que la oscuridad te destruya.