Te he visto en ciudades
en las que ya no me encuentro.
Ruido blanco en mi cabeza
y flores marchitas que esperan.
Y el tiempo, viejo conocido
de una herida que no cierra.
Sigue corriendo,
hacia delante.
Y si te tropiezas,
que nadie te levante.
Son los versos robados, los que queman cada noche. Las palabras que tapan con su velo los puñales. La poesía dedicada a las cosas que nunca tendremos. Alimentando nuestra propia tristeza y miedo. Y dime niña, ¿qué es aquello que tanto anhelas, si nunca has tenido? Y dile niña, ¿con qué sueñas cada noche sabiendo que no ya lo habías perdido? La voz resuena en tu cabeza, ríndete, dice profunda. Ríndete y deja que la oscuridad te destruya.