Cada vez creo menos en los finales felices, en los cuentos de hadas.
Cada vez creo más en la realidad, fría, dura, lo injusta que es la vida y que nací para luchar.
Gente de tu propia ciudad incapaces de valorar, de poner escusas absurdas para no quedar.
Y sin embargo que haya una persona a más de 400km que diga "quiero verte, voy para alla" y que lo cumpla.
Volver a sonreir, a disfrutar de las pequeñas cosas del día a día con una persona, cuidar de alguien, compartirlo todo, no pensar en quien no se lo merece.
Volver a la vida.
Pero vuelve la realidad, las responsabilidades y el tenerse que separar de nuevo a más de 400 km.
Tener que decir adios a quien si se quiere quedar.
Porque la vida es muchas cosas, pero no es justa.
Dije tantas veces adios, que ya no se que es que alguien se quede.
Volver al vacío.
Son los versos robados, los que queman cada noche. Las palabras que tapan con su velo los puñales. La poesía dedicada a las cosas que nunca tendremos. Alimentando nuestra propia tristeza y miedo. Y dime niña, ¿qué es aquello que tanto anhelas, si nunca has tenido? Y dile niña, ¿con qué sueñas cada noche sabiendo que no ya lo habías perdido? La voz resuena en tu cabeza, ríndete, dice profunda. Ríndete y deja que la oscuridad te destruya.