Por favor. No aprietes tan fuerte.
Déjame coger aire para afrontar el día.
Déjame llenar mis pulmones.
Que cada bocanada de aire no suponga un esfuerzo titánico.
Que no sienta que no llega el aire con cada inhalación.
Por favor, decesito que sueltes un poco las manos al rededor de mi cuello.
Aprietame fuerte en la cama.
Pero por favor, el resto del tiempo, lo que aprietes fuerte sea mi mano.
No mi cuello.
Son los versos robados, los que queman cada noche. Las palabras que tapan con su velo los puñales. La poesía dedicada a las cosas que nunca tendremos. Alimentando nuestra propia tristeza y miedo. Y dime niña, ¿qué es aquello que tanto anhelas, si nunca has tenido? Y dile niña, ¿con qué sueñas cada noche sabiendo que no ya lo habías perdido? La voz resuena en tu cabeza, ríndete, dice profunda. Ríndete y deja que la oscuridad te destruya.