Entradas

Mostrando entradas de enero, 2019
El pozo cada vez más hondo. Yo cada vez más sola. Las ganas de desaparecer cada vez más grandes.
Y en días como hoy, te odio. Te odio más que nada. Por haberme dicho siempre que luchase, cuando tú no lo hicistes. Por decirme que fuera valiente, cuando tú no lo fuístes. Por haberte ido antes de tiempo, y dejarme a mi en la tierra, sola. Lo que odio es que no estés aquí, y sin embargo es eso lo que me da la rabia y la fuerza para seguir luchando por lo que quiero. Por demostrarte donde estés, que si se podía. Le voy a echar los cojones que en su día no pudimos.
Y hoy me he derrumbado. Porque hay días que simplemente no puedes con todo, que no llegue el día en el que irán las cosas bien. Algo, aunque sea. Y me he derrumbado delante de la persona que más quiero en este mundo, mi abuelo. Resuenan en mi cabeza sus palabras de : y cuando tú necesites llorar, aquí estaré yo para poner el hombro. Pero no puedo hacerle eso. No puedo hacer eso a las personas a las que quiero. Porque estoy sola en esto. Pero ya tampoco se, si la próxima vez que me derrumbe, seré capaz de levantarme.
Y otra noche más que el día ha podido contigo, que te vas a la cama derrotada, sola. Sola con tus pensamientos, que te atacan. Con las dudas y los miedos. Reconstruírte cada noche, trozo a trozo. Para volver el día siguiente a luchar. Pero mañana será otro día. Solo quiero que no cueste tanto respirar.
Vivimos en una época en la que parece que todo el mundo necesita tiempo. Algo tan valioso, que no se recupera, que se nos escapa la vida entre las manos. Tiempo. Tiempo es justo lo que no tenemos
Cuando vives una depresión, sola. Una muerte, sola. La ansiedad, sola. Una enfermedad, sola. El desamor, sola. Cuando tantas cosas clave, las has tenido que vivir sola, te autoconvences de que es asi como debes estar. Te dejas de sentir cómoda con la gente, con el contacto humano. Te acostumbras a la soledad, sin embargo , sola no quieres estar.
A veces necesitamos un toque se atención del exterior, para hacernos ver lo estúpidos que hemos sido. Con nosotros mismos. Con otros. Con el entorno. Y es el miedo, lo que nos ha llevado a la estupidez. A cometer errores. A atentar contra lo que queremos. Y he marcado la estupidez y el miedo en mi. No dejaré que me domine. No esta vez. No contra mi.
Hoy me he despertado en paz. Sabiendo que esta noche tú estarías bien. Encontrándome, para variar, en mis sueños algo bonito. Donde no había mentiras, ni ansiedad. Donde las cosas funcionaban. Conforme pasan los minutos, poco a poco, vuelve esa ansiedad. El poder de la realidad. El saber que no importa lo nucho que me esfuerce. Todo será en vano.
Había enterrado tu recuerdo, para protegerme, y hace una semana alguien sin ni siquiera saberlo, volvió a sacarlo a la luz. Son ya demasiados meses los que te fuistes, y me sigue pesando como el primer día. Estoy luchando y siendo fuerte por los dos. Ya que en vida, no pude. Se que si estuvieras aquí me dirías que no me culpe, que estás orgulloso de mi, y que consiga y luche por lo que de verdad quiero, por el amor, en lo que los dos creíamos. Lo que de verdad importa. Me dirías que viviese por ti. En todo este tiempo, te he negado, he callado, como si nunca hubieras existido. Pero ahora vuelves a mi mente casi a cada día. Lo más parecido que tendré nunca a una familia, a un amigo. Ojalá me hubieras hecho caso. Ojalá no te hubieras rendido. Ojalá siguieras aquí.