A veces necesitamos un toque se atención del exterior, para hacernos ver lo estúpidos que hemos sido.
Con nosotros mismos.
Con otros.
Con el entorno.
Y es el miedo, lo que nos ha llevado a la estupidez. A cometer errores. A atentar contra lo que queremos.
Y he marcado la estupidez y el miedo en mi.
No dejaré que me domine.
No esta vez.
No contra mi.
Son los versos robados, los que queman cada noche. Las palabras que tapan con su velo los puñales. La poesía dedicada a las cosas que nunca tendremos. Alimentando nuestra propia tristeza y miedo. Y dime niña, ¿qué es aquello que tanto anhelas, si nunca has tenido? Y dile niña, ¿con qué sueñas cada noche sabiendo que no ya lo habías perdido? La voz resuena en tu cabeza, ríndete, dice profunda. Ríndete y deja que la oscuridad te destruya.