Cuando grito, lo hago en silencio.
No es que esté cabreada.
No es que esté triste.
No es que se me hayan acabado las palabras.
Es que no se como pedir ayuda.
No se como pedirle a una persona que se quede un ratito más.
Tan acostumbrada a cargar con los problemas de otros y a callar los míos propios.
Tan acostumbrada a callar mis propios sentimientos, a que se queden dando tumbos en mi interior.
Es un grito sordo.
Un grito sin eco.
Un grito que se perdió entre la espesura de la gente, sin ninguna respuesta más,
que el propio silencio.
Sigamos actuando como si fuéramos inmortales Como si nuestro tiempo no se agotara Como si el de las personas que nos rodean tampoco Sigamos comportándonos como si las personas fueran a estar esperando toda la vida Como si fuera imposible que un día cuando te levantes veas que ya nunca más estaré. Que no quiera más volver. Sigamos demostrando que somos imbéciles Sigamos perdiendo el tiempo.