El veneno denso en la sangre, frío y sin vida como tus dedos, se distribuye por todo el cuerpo volviendolo frágil.
Pero me he deshecho de ese veneno, ha salido de mi cuerpo. De mis arterias y mi pecho.
Ha sido como respirar por primera vez de nuevo.
La primera bocana de aire al nacer.
Un aire que te llena los pulmones, te llena de vida.
Ni tu veneno ni tú tenéis ya poder en mi, aunque siempre quede un recuerdo, la reminiscencia de lo que fue. Una gotita de veneno que intentará volver a parasitar todo, pero no lo permitiré.
No quiero tu mirada perdida, ni tu piel fría, ni tu pecho vacío.
Otras manos me curan ya, otras que son solo una parada, pero se que no me envenenarán.
Son los versos robados, los que queman cada noche. Las palabras que tapan con su velo los puñales. La poesía dedicada a las cosas que nunca tendremos. Alimentando nuestra propia tristeza y miedo. Y dime niña, ¿qué es aquello que tanto anhelas, si nunca has tenido? Y dile niña, ¿con qué sueñas cada noche sabiendo que no ya lo habías perdido? La voz resuena en tu cabeza, ríndete, dice profunda. Ríndete y deja que la oscuridad te destruya.