Como envidio a la gente que te puede ver más a menudo. Porque yo ese derecho, no lo tengo.
Envidio a la gente que te importa, por la que te preocupas. Pero yo, no tengo ese derecho.
Yo que quemaba los cielos por ti,
que lucho contra tus fantasmas.
No tengo ningun derecho. Porque nadie soy para ti.
Son los versos robados, los que queman cada noche. Las palabras que tapan con su velo los puñales. La poesía dedicada a las cosas que nunca tendremos. Alimentando nuestra propia tristeza y miedo. Y dime niña, ¿qué es aquello que tanto anhelas, si nunca has tenido? Y dile niña, ¿con qué sueñas cada noche sabiendo que no ya lo habías perdido? La voz resuena en tu cabeza, ríndete, dice profunda. Ríndete y deja que la oscuridad te destruya.