Truce

Cuando tu defensa es una sonrisa. Tu coraza una felicidad que no es real. Que te digan lo alegre que eres y lo llena de vida, cuando enrealidad es todo una gran mentira. El gran papel de mi vida. Cuando la realidad es que tus piernas no pueden con el peso de todos los fantasmas y demonios que llevas a la espalda. Los tuyos y los de otra gente. El miedo a dormir porque te me apareces en sueños para romper todos los avances que había hecho durante el día. No saber lo que es que una persona te quiera, cuando tú has querido tanto. Y la lista no acaba. Siempre dicen que es una mala racha, pero mi mala racha lleva ya 4 años.

Estoy harta de que la gente me diga lo fuerte que soy. Lo fui, y lo seré. Pero ahora quiero romperme. Dejadme que me rompa porque estoy cansada de ser la fuerte. De anular todos los sentimientos, para hacerme de hielo, y ser fuerte. Dejadme que grite, que ruja, que llore. Dejadme de cargar por una vez con los poblemas de todos, que esta noche no quiero salvaros. Dejadme que me derrumbe, porque no me sostienen ya las piernas. Dejadme que eche de menos a quien yo quiera, aunque no deba, aunque no tenga ese derecho. Dejadme esta noche, que esta noche, no quiero ser fuerte.

Tengo que dejar de escribir. Porque cada palabra, hurga en la herida. Cada línea que se mete por mi pecho, sacando todo lo que siento. Tengo que dejar de escribir, porque quiero anular todo eso. No volver a sentir. Debo levantar de nuevo los muros de piedra alrededor de mi pecho. Debo sacarte arrastras, arracarte de cuajo. Debo olvidarte, porque yo no tengo derecho a recordarte. Pero lo que debo, es tan diferente de lo que quiero. Pero no tengo ningún derecho. Por eso, tengo que dejar de escribirte.

Me siento como flotando, apática. Como si este cuerpo no me perteneciese más, que no fuera mío. Sin embargo, lo que si siento es su dolor, tan fuerte en el pecho. Un dolor que envuelve el corazón, ahogándolo. Los médicos lo llaman Síndrome de Takotsubo, cuando quieren decir tu ausencia. Sácamelo del pecho y guárdalo tú en una cajita, porque mi corazón, ya no lo quiero.

Voy a estar a tu lado. Voy a cargar contigo. Estaré cuando no tengas ánimo, cuando te falte el aliento, para levantarte de nuevo. Me pondré en medio de ti y tus demonios, protegiéndote del fuego. Me interpondré para que no te den las balas. Haré cualquier cosa por ti. Para que estés a salvo y feliz. Y cuando hayas renacido y eches andar, me dejarás en el suelo agotada. Porque yo, ya no te sirvo. Porque la bala que paré, fuiste tú quien la dispararó.

Me deslizo hasta tu ombligo. Llego a una bifurcación, creo que me he perdido. El olor de tu pelo, la delicadeza de su piel, se quiebran bajo mis dedos, empieza a desaparecer. Despiertas. La oscuridad. Otro olor. Otra cama. No era más que otro sueño, de tu cama en llamas.

Es como escribirle a un fantasma. Cartas que nunca serán enviadas, entregadas, ni leídas. El papel que se deshace con el agua del mar, con la sal de sus lagrimas. Cartas escritas de madrugada, para ordenar los pensamientos. Para curar el alma. La noche es fría y el invierno largo. Pero la tinta está caliente y la carta arde bajo sus trazos. Es como escribirle, a un fantasma.

Cuando no te salen las palabras, solo los suspiros. Cuando el silencio diga más, como un grito. 21 gramos pesa el alma, y parecen como 21 kilos. Que por cada paso que das adelante, das dos hacia atrás. Eres tu propio límite, quién transformó los gramos en kilos. Pensamientos difusos, sentimientos encontrados. El pelo alborotado, y el corazón sangrando. ¿Qué le pasó a nuestra generación que vive guiada por el dolor?

Somos tan frágiles, somos material inflamable. Nos gusta rociarnos con gasolina y encender la cerilla. Somos nuestros propios límites, nuestros propios fantasmas, y nuestros propios demonios. Los hemos alimentado con nuestras llamas, con nuestro fuego interno. Con la rabia y con el miedo. Por qué elegimos siempre el mechero, si nos da tanto miedo el fuego. Por qué nos gusta ver como arde todo lo bueno para después lamentarnos por ello. Podemos apagar nuestro incendio, que nos consume desde dentro. Pero somos personas en llamas, personas de fuego. Tu mirada y el queroseno.

Los besos, las caricias, ver cómo los dos nos volvemos vulnerables ante ellas. Como cuando estamos juntos el resto del mundo desaparece, los problemas no importan. Pero cada vez que me marcho de tu casa, se queda un pedacito de mi ahí. Y en mi pecho te haces más hueco. Hace mucho que no echaba de menos tanto a algo o alguien, y no me gusta esa sensación, porque te quiero aquí cerca. Quiero volver a despertarme y lo primero que vea sea en tus ojos aguamarina. Que me acaricies la espalda. Que me digas que no me vaya. Pero hoy me he despertado en mi cama. En la cama equivocada.

Durante toda mi vida he tenido la capacidad de llevarme los demonios de la gente , que encontraran la paz. Lo que no me daba cuenta es que estaba cargando sus demonios a mi espalda, pero no me importaba porque yo era mucho más fuerte que eso. Hasta que mis piernas me fallaron. Me creí invencible,  pero descubrí que tenía un punto débil. Y lo guardé en lo más profundo de mi ser , rodeado de capas y capas para que jamás nada ni nadie me pudieran lastimar y así poder seguir cargando con los demonios de otros. Hasta que un día, algo consigue atravesar todas esas capas y llegar hasta tú interior. Se te cae toda la coraza y todos esos demonios con lo que llevas años cargando se vuelven contra ti. Y aún así , dices seguir luchando una vez más, por una persona más,  porque me veo reflejada en el hace unos años,  y se convierte en una persona muy importante para ti sin que lo sepa. Y haces...

Se creía que no podía con el peso de sus piernas. Y con lo que no podía era con el peso de su alma que andaba por los suelos. Aprender a vivir sabiendo que jamás podrás estar con la persona que quieres. Y saber los dos que todo hubiera sido diferente, hubiera sido mejor si nos hubiéramos conocido en otro momento. Cómo se aprende a vivir con eso?

Que ya no te escribo, porque no se que escribirte. Que te he dicho todo, y a la vez me he callado tanto. Que siempre he ido de cara, y sin embargo no te he enseñado mis entrañas. Que te he tratado como un rey sin corona, y tu con ningún aprecio. Que apareciste tan inesperadamente como te has ido. Que he luchado hasta el último aliento, pero tus demonios me han ganado. Que no se si quedarme, o dejarte ir.