Somos tan frágiles, somos material inflamable.
Nos gusta rociarnos con gasolina y encender la cerilla.
Somos nuestros propios límites, nuestros propios fantasmas, y nuestros propios demonios.
Los hemos alimentado con nuestras llamas, con nuestro fuego interno.
Con la rabia y con el miedo.
Por qué elegimos siempre el mechero, si nos da tanto miedo el fuego.
Por qué nos gusta ver como arde todo lo bueno para después lamentarnos por ello.
Podemos apagar nuestro incendio, que nos consume desde dentro.
Pero somos personas en llamas, personas de fuego.

Tu mirada y el queroseno.

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