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No hay nada más difícil que un adios.
Pero hay veces que es necesario para salvarse uno mismo.
Que te echaré menos, igual que un castigo.

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Son los versos robados, los que queman cada noche. Las palabras que tapan con su velo los puñales. La poesía dedicada a las cosas que nunca tendremos. Alimentando nuestra propia tristeza y miedo. Y dime niña, ¿qué es aquello que tanto anhelas, si nunca has tenido? Y dile niña, ¿con qué sueñas cada noche sabiendo que no ya lo habías perdido? La voz resuena en tu cabeza, ríndete, dice profunda. Ríndete y deja que la oscuridad te destruya.
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Según Einstein, la dilatación del tiempo es el fenómeno predicho por la teoría de la relatividad, por el cual un observador observa que el reloj de otro (un reloj físicamente idéntico al suyo) está marcando el tiempo a un ritmo menor que el suyo. Pero entonces, ¿qué es el tiempo? Aquel que transforma días en semanas, o las horas en minutos. Aquel que es el ladrón de la memoria, el que se supone que cierra las heridas. Pero, si es tan relativo, y si no me roba tu recuerdo, y si no hace más que rascar la herida en carne viva.
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El tiempo ha pasado como un cuchillo. Tu ausencia se ha marcado a fuego en la piel y aún me despierto días pensando que sigues aquí. Recuerdo cada una de tus palabras y me recrimino a diario no haber podido luchar en tu lugar. Y oigo tu voz que me diría que no es mi culpa, que fue una decisión tuya y que fui hasta el final el faro que te alumbraba. Pero no fue suficiente. Recuerdo que el día que me hiciste prometer que yo nunca me rendiría y que lucharía por todo lo que quiero. Y si vieras como ha cambiado todo. Aún no sabía que te estaba prometiendo vivir por los dos. Y me come la rabia, cuando te echo de menos, cuando veo que la gente no valora a quien importa de verdad, cuando veo a la gente que quiero sufrir. Y me come la rabia, que hace ya un año que no estás aquí.
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