Entradas

Mostrando entradas de 2019
Te he visto en ciudades en las que ya no me encuentro. Ruido blanco en mi cabeza y flores marchitas que esperan. Y el tiempo, viejo conocido de una herida que no cierra. Sigue corriendo, hacia delante. Y si te tropiezas, que nadie te levante.
Me gustaría que el tiempo pasase más rápido, y curase las heridas. Que el aire sea más fresco y adormezca nuestros anhelos. Se aproximan días de verano que queman, junto sus largas noches. Y te preguntas si fue la vida la que ni si quiera nos brindó una oportunidad. O si fuimos nosotros mismos. Yo veo las respuestas, tú mientras andas ciego.

1

El tiempo ha pasado como un cuchillo. Tu ausencia se ha marcado a fuego en la piel y aún me despierto días pensando que sigues aquí. Recuerdo cada una de tus palabras y me recrimino a diario no haber podido luchar en tu lugar. Y oigo tu voz que me diría que no es mi culpa, que fue una decisión tuya y que fui hasta el final el faro que te alumbraba. Pero no fue suficiente. Recuerdo que el día que me hiciste prometer que yo nunca me rendiría y que lucharía por todo lo que quiero. Y si vieras como ha cambiado todo. Aún no sabía que te estaba prometiendo vivir por los dos. Y me come la rabia, cuando te echo de menos, cuando veo que la gente no valora a quien importa de verdad, cuando veo a la gente que quiero sufrir. Y me come la rabia, que hace ya un año que no estás aquí.
El aire se vuelve espeso Desde el oasis de tranquilidad puedes sentir como el ambiente cambia. Que se aproxima una tormenta de verano, lo hueles en el ambiente. Pero niegas lo evidente. Y lo negarás 3 veces, como hizo San Pedro con Jesús. Lo negarás tantas veces hasta que tú mismo te lo creas. Y no se quién es más valiente, por saber la verdad y afrontarla. O quién más cobarde, por no querer contármela. Eres un agujero negro, arruínas la vida de la gente. Desde el oasis de tranquilidad.
Y cada vez que te miraba, me parecías la persona más preciosa del mundo. Amor, de ti ya no me queda ni el rencor.
Son tan vivos, que me cuesta distinguir los sueños de la realidad. Mi subconsciente hablandome por las noches, mostrándome aquello que tanto quiero, tanto añoro, y tanto necesito. En mis sueños no hay dolor, no hay tristeza, no hay malestar, no hay veneno, ni enfermedad. Pero la noche llega a su fin, y yo no quiero despertar. Pero los sueños, sueños son.
Sigamos actuando como si fuéramos inmortales Como si nuestro tiempo no se agotara Como si el de las personas que nos rodean tampoco Sigamos comportándonos como si las personas fueran a estar esperando toda la vida Como si fuera imposible que un día cuando te levantes veas que ya nunca más estaré. Que no quiera más volver. Sigamos demostrando que somos imbéciles Sigamos perdiendo el tiempo.
Oí un click. Algo cambió. Vi una luz en mi cabeza, que no se de donde salió. Pero sentí un empujón, una voz que me decía, esta vez si, esta vez las cosas las vas hacer bien, y saldrás adelante, como siempre. No se como ha ocurrido, pero mi faro se ha encendido.
Hay días "mejores" y días peores. Hay días que me apetecería mandar todo a la mierda, y otros querer intentarlo un poco más. Días en los que cuesta un triunfo levantarse, y días en los que es imposible dormir. Días en los que me gustaría contarlo todo, soltar el peso que siento al guardarme tales secretos, porque ya no tengo nada que perder. Pero ya no hay días felices. Tenías la capacidad de alegrarme un día entero solo diciéndome cualquier tontería. Pero decidiste llenar todo de oscuridad. Y ahora navego por un mar inmenso a la deriva, buscando el faro que me vuelva alumbrar. Buscando la orilla para evitarme ahogar.
Y el día se desangra en el siguiente. Las horas, los días pasan, porque tienen que pasar. Vacíos. Son nada que los llene. Sin nada que veas que valga la pena ya. Y aquello por lo que si creías, se aleja de ti cada día más. Dónde quedaron las ganas, las ilusiones y esperanzas. Veo pasar mi vida, sintiendo que estoy muerta dentro de ella.
No quedan esperanzas, ni quedan ganas. Lo único que me da el tiempo es un hueco mayor en el pecho. Un agujero negro que se va tragando todo. Necesito volver a ilusionarme por algo, tener ganas de algo, esperanzas, un objetivo. Algo que sirva como luz. Porque estoy muy cerca de tirar definitivamente la toalla en la vida.
Tres grandes secretos llevo conmigo. El amor La muerte Y el miedo
A veces lo único que necesitas es desahogarte. Tener un hombro en el que llorar. Pero a veces, si no tienes eso, te ahogas. A veces lo único que necesitas es que te abracen fuerte. Sentir que exista algo que valga la pena. Que lo valgo yo.
Son los versos robados, los que queman cada noche. Las palabras que tapan con su velo los puñales. La poesía dedicada a las cosas que nunca tendremos. Alimentando nuestra propia tristeza y miedo. Y dime niña, ¿qué es aquello que tanto anhelas, si nunca has tenido? Y dile niña, ¿con qué sueñas cada noche sabiendo que no ya lo habías perdido? La voz resuena en tu cabeza, ríndete, dice profunda. Ríndete y deja que la oscuridad te destruya.
Y perdí Y perdí tanto Que perdí hasta las ganas por vivir Y quién te engañó diciendo que para estar vivo bastaba con respirar.
Soy plenamente consciente de mi soledad, y ella me quema por dentro. Quema destrozando todo lo que queda en mi interior, hasta que un día sea todo hielo.
Vivimos esperando. Vivimos en nuestros propios sueños, pensamientos, engañándonos. Vivimos con las esperanzas puestas en cosas que sabemos que no ocurrirán, pero es mucho más bonito engañarnos a nosotros mismos. Creemos que vivimos, y sin embargo estamos más que muertos. El tiempo que jamás volverá y lo habremos gastado en cosas que no merecen la pena, en personas que no merecen la pena. Siendo tan ciegos de nuestra propia estupidez, de no haber sido capaces de ver quien si la valía, y haber perdido el tiempo, aquello que nunca vuelve, aquello que no le dimos la oportunidad para ser felices y viviremos con nuestras malas elecciones. Porque es más cómodo no aceptar que somos el problema, que somos quien deberíamos cambiar. Pero, de verdad viviremos, o simplemente parecerá que lo hemos hecho, siendo nosotros mismos espectadores de nuestra vida pasando cuando en realidad no hemos vivido. Hemos estado siempre muerto...
No tengo por qué esconder, ni avergonzarme de volver este miercoles otra vez al psicólogo después de casi 4 años. Pero si tengo miedo, mucho miedo, de abrir ventanas que no quiero abrir, de cerrar puertas que no quiero cerrar, de hablar de temas que no quiero hablar, de tratarlos con un completo desconocido y sentir que he llegado a eso porque no tenía con quien hablar. No se si ayudará, si funcionará y me sentiré aunque sea un poquito mejor conmigo misma y mi entorno, pero nunca lo sabré si ni si quiera lo he intentado.
Hay un vacío, que no se llena. Personas que anhelas en el cielo, o aquí en la tierra. Si cada cicatriz cuenta una historia, déjame que recorra el mapa de tu vida, pero no leas la mía. Que la llenabas tanto de luz y a la vez tú mismo te eclipsabas. Mientras las olas rompan en la costa, y mientras el faro no apague su luz.
El pozo cada vez más hondo. Yo cada vez más sola. Las ganas de desaparecer cada vez más grandes.
Y en días como hoy, te odio. Te odio más que nada. Por haberme dicho siempre que luchase, cuando tú no lo hicistes. Por decirme que fuera valiente, cuando tú no lo fuístes. Por haberte ido antes de tiempo, y dejarme a mi en la tierra, sola. Lo que odio es que no estés aquí, y sin embargo es eso lo que me da la rabia y la fuerza para seguir luchando por lo que quiero. Por demostrarte donde estés, que si se podía. Le voy a echar los cojones que en su día no pudimos.
Y hoy me he derrumbado. Porque hay días que simplemente no puedes con todo, que no llegue el día en el que irán las cosas bien. Algo, aunque sea. Y me he derrumbado delante de la persona que más quiero en este mundo, mi abuelo. Resuenan en mi cabeza sus palabras de : y cuando tú necesites llorar, aquí estaré yo para poner el hombro. Pero no puedo hacerle eso. No puedo hacer eso a las personas a las que quiero. Porque estoy sola en esto. Pero ya tampoco se, si la próxima vez que me derrumbe, seré capaz de levantarme.
Y otra noche más que el día ha podido contigo, que te vas a la cama derrotada, sola. Sola con tus pensamientos, que te atacan. Con las dudas y los miedos. Reconstruírte cada noche, trozo a trozo. Para volver el día siguiente a luchar. Pero mañana será otro día. Solo quiero que no cueste tanto respirar.
Vivimos en una época en la que parece que todo el mundo necesita tiempo. Algo tan valioso, que no se recupera, que se nos escapa la vida entre las manos. Tiempo. Tiempo es justo lo que no tenemos
Cuando vives una depresión, sola. Una muerte, sola. La ansiedad, sola. Una enfermedad, sola. El desamor, sola. Cuando tantas cosas clave, las has tenido que vivir sola, te autoconvences de que es asi como debes estar. Te dejas de sentir cómoda con la gente, con el contacto humano. Te acostumbras a la soledad, sin embargo , sola no quieres estar.
A veces necesitamos un toque se atención del exterior, para hacernos ver lo estúpidos que hemos sido. Con nosotros mismos. Con otros. Con el entorno. Y es el miedo, lo que nos ha llevado a la estupidez. A cometer errores. A atentar contra lo que queremos. Y he marcado la estupidez y el miedo en mi. No dejaré que me domine. No esta vez. No contra mi.
Hoy me he despertado en paz. Sabiendo que esta noche tú estarías bien. Encontrándome, para variar, en mis sueños algo bonito. Donde no había mentiras, ni ansiedad. Donde las cosas funcionaban. Conforme pasan los minutos, poco a poco, vuelve esa ansiedad. El poder de la realidad. El saber que no importa lo nucho que me esfuerce. Todo será en vano.
Había enterrado tu recuerdo, para protegerme, y hace una semana alguien sin ni siquiera saberlo, volvió a sacarlo a la luz. Son ya demasiados meses los que te fuistes, y me sigue pesando como el primer día. Estoy luchando y siendo fuerte por los dos. Ya que en vida, no pude. Se que si estuvieras aquí me dirías que no me culpe, que estás orgulloso de mi, y que consiga y luche por lo que de verdad quiero, por el amor, en lo que los dos creíamos. Lo que de verdad importa. Me dirías que viviese por ti. En todo este tiempo, te he negado, he callado, como si nunca hubieras existido. Pero ahora vuelves a mi mente casi a cada día. Lo más parecido que tendré nunca a una familia, a un amigo. Ojalá me hubieras hecho caso. Ojalá no te hubieras rendido. Ojalá siguieras aquí.